lunes, 16 de noviembre de 2009

La fueza de un camión...

Desde que había estado en el mundo, siempre lo había concebido todo como normal y lógico. El no se planteaba nunca si todo lo que veía, oía, o le habían contado era así realmente, o si tenía sentido que fuese así. No sabía que era el único capaz de cambiar las cosas. No sabía que solo tenía que planteárselas, cuestionarlas, y pensar en la mejor versión de las mismas.
Si aceptaba las cosas tal y como las percibía, así se quedarían. Pero si quería que fueran diferentes, éstas podrían llegar a cambiar.
Tardó mucho tiempo en comprender sus posibilidades. Fue una noche de otoño. El conducía tranquilo por una autopista. Una de tantas. Había recorrido todo el continente al volante de su camión. Había presenciado muchos accidentes. Las estrellas le conocían bien. Y él a ellas. Habían perdido mucho tiempo juntos. Ese otoño, estaba siendo duro. Había visto cosas, que no le dejaban dormir.
No le gustaba la política. No sabía de leyes, ni había estudiado ciencias. Pero conocía cada curva de muchas carreteras, de muchos países lejanos. Tenía lugares que solo le pertenecían a él.

Y esa noche, pensando como siempre, llegó a un razonamiento al que no había llegado nunca. Pensaba en los acontecimientos que no le dejaban dormir. Accidentes, en los que había prestado ayuda, y accidentes en los que había participado. Siempre volvían a su cabeza, ésas imágenes, sonidos, y sensaciones. Pensó: " No paro de escuchar a políticos hablando del tráfico. De cómo reducir el número de accidentes. De medidas extrañas, y sobre todo de números y estadísticas. Incluso la gente con la que hablo, opina sobre los límites de velocidad, sobre los redares, puntos y tonterías. Y pienso: Si existe un límite de velocidad, y el objetivo es que nadie, en ningún lugar se lo salte, ¿por qué no se prohíbe a los fabricantes de coches fabricarlos con la posibilidad desaltárselo? Así, nadie tendría la posibilidad de jugar con su vida y la de otros". Por vez primera, pensó que algo no tenía sentido, y quiso que cambiase. Pensaba que no tenía sentido, que algo con tan poco sentido, fuera así. No llegaba a entender cúal debería ser el proceso que debería seguir, para llegar a cambiar ésto, pero simplemente pensó: "Ojalá fuera sencillo que esto cambiase. Ojalá dependiese del sentido común. Ojalá...".
Esa noche se fue a dormir, sin parar de darle vueltas al tema, sin parar de repetir ojalás. Durmiendo sintió una sensación que nunca había sentido.
Al día siguiente, como todos los días se montó en su camión, y lo condujo por toda una costa qe nunca había visto. Y se extrañó al darse cuenta de que durante todo el día de carretera, no había visto a ningún deportivo adelantando como un loco sin razón. Todos, en ese estado, conducían a velocidades parecidas. Y pensó: "Aquí, han desarrollado una civilización superior, si son capaces todos de respetar algo que beneficia a la comunidad, y puede perjudicar (desde su punto de vista) a los individuos. Así que preguntó a uno de esos conductores: "Cómo es que no conducís más rápido? Si es que nadie llega siquiera a 160km/h!"- Y el otro respondió:"Estás loco? 160?"- Y se fué riendo.
Así, se fue dando cuenta de que lo que había pensado, había cambiado. Y se puso muy contento. Con el tiempo fue planteándose cosas más y más importantes, y éstas poco a poco fueron cambiando, y poco a poco, el mundo fue convirtiéndose en un sitio mejor. Los sueños que su padre había expresado en el pasado tanta veces, y con tanta ilusión, fueron haciéndose realidad.
Nunca hubiera conseguido cambiar nada que no fuese deseado con sentido común, con desinterés, y con bondad, pero él no lo sabía, porque nunca lo intentó. Este poder había sido concedido, a alguien que era lo suficientemente bueno para soportarlo sin perder la perspectiva de que lo interesante es mirar por los demás y no por uno mismo.
El mundo lo estaba cambiando alguien que trataba de salir adelante con esfuerzo, al que nadie conocía, pero que ansiaba como nunca nadie había ansiado ser mejor persona, y pertener a un mundo mejor.